4.18.2012

Proselitismo

Caminar descalzo hasta la herrería de la ventana,
no tocarle si quiera,
recibir una descarga electrica,
lloriqueos de gato,
tus pechos de catedral,
de expiación.

Hoy la vi,
tomada de la mano de su nuevo novio,
que no es un imbecil,
no tenía memoria yo,
como los niños en la escuela cuando no son amigos,
jugando a las escondidas en la obra gris de un condominio para familias de clase media alta,
donde les queda cerca el cole.

Un beso en la palma de la mano,
el miedo a que esto continue para siempre,
en ropa interior,
en la oscuridad,
para sentirte mucho,
mucho,
mejor,
como una estrella muerta ante la cual se pide un deseo,
moviendose como la vida,
coqueta,
frágil,
salvaje,
como el cansancio o la carcajada,
la ceniza que se vuelve carne,
diversión,
el ejercicio de mantenerte los dedos,
los oídos,
todos rotos,
como terapia,
como tilapia,
como pescados con el hocico abierto,
hoy me dedique a gritarle a los proselitistas políticos que se pusieran a trabajar,
desde los autobuses.

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