10.05.2011

De Entre los Dedos de Hellen. Revisitado

" And sometimes when the night is slow,
The wretched and the mee
k,
We gather up our hearts and go
,
A Thousand Kisses Deep."


-Interesante.- dijo ella apretando los ojos, observando un cuadro.
-La honestidad es una incomodidad eventual.- dijo él arqueando las cejas.
-¿Me odias?-
-Eventualmente.-
-Bien. Siguiente.-
-No sé dónde encuentras lo interesante.-


Dios creó un montón de cosas en el universo. Se rumora que fue Él mismo incluso quien lo creó. Pero a Él no se le atribuye la invención de los frascos de perfume, ni la de los cortaúñas, mucho menos la de las galerías de arte. Nadie ha creído nunca que haya sido Él quien les puso nombres de personas que habían cambiado sus nombres, ni que las haya llenado de gente pretenciosa y aburrida. Pero vaya que fue Dios, el mismo que le dijo a Abraham que matara a Goliat con una Harley Davidson, quien creó esas dos criaturas nada peculiares que paseaban aquella noche distraídamente por la sala de aquella exposición de arte moderno cerca de las 21.36 hrs. nunca mirándose a los ojos.

Ambos eran distintas especies de malas semillas. El de la voz apagada era él. Llevaba el nombre de un ángel, atendiendo también cuando se le llamaba Dany. Ella respondía al nombre de Hellen. Su nombre apenas le hacía justicia. Nadie sabrá jamás de que orfanato dantesco salió. Nadie estará el día que se rinda ante un hospital en un país tercermundista. Nadie que pueda pronunciar su nombre. Ella era el tipo de persona que acepta que está en una exposición de arte moderno, y cuando lo dice entrecomilla, quizá demasiado, únicamente por el deleite del subsidio de vino y la diversión que puede otorgar un montón de gente intentando ser minimalistamente interesante ante los particulares vacíos emocionales de una existencia en masa.

Él no lo dirá nunca. No esa noche cuando menos. No a menos que se bebiera todo el vino y su subconsciente se materializara en saliva dentro de su boca. ¿Qué hacía allí y dónde estaba Pavlov cuando más lo necesitaba?

Ambos sonriendo, se convencían de que era una pequeña coincidencia. La misma sed, la misma hora, el mismo maldito lugar.

-Me parece un tanto torcido.
-No recuerdo la última vez que algo no te pareció torcido.
-Hace dos años que no nos vemos Dany ¿Cómo te atreves?
-¿A qué?, disculpa.
-A hacer una aseveración de ese tipo.
-Eres una fatalista. Noé no dudaría en construir un arca si te viera caminando por ahí con una vaso de agua.
-Perdóname. Pero ERA una fatalista. La gente cambia.
-Tú no crees en el perdón. Y eres de la idea de que la gente no cambia, sólo se convierte más en lo que en realidad es.
-¿Qué eres tu?
-Un cuadro torcido ¿No te parece un poco torcido?
-Para ser sincera. Me parece un poco Dany.
-¿Un tanto torcido?
-Un Dany dije.
-Conservas el buen juicio.
-Es que no he cambiado.
-Podría ser peor.

El olor familiar de dos perros de la calle. De dos aves atravesadas por partículas de plomo. Carne quemándose. Tanto cielo. ¡Santo cielo! Tanto, pero tantísimo cielo. Las dos heridas tropezando una con otra. Ella admira la flexibilidad de una conciencia que se aferra a doblarse para no tirarse al suelo en una carcajada nada más de escuchar. El encuentro casual. ¿Qué lenguaje atrofiado inventó aquello? ¿Qué mente engañosa y mezquina?



El aire era denso. El ambiente también, no sólo pesado, hilarante, pretencioso e idiota. Si aquellos fueran otros tiempos, con las mismas canciones, menos vino, más carcajadas menos discretas, más caídas y más carcajadas después de las caídas. Más adolescencia y menos diplomacia. Si ellos fueran los que ya no son, pero entonces los que fueron no valdrían lo que hoy valen. Cuánto se les extraña, pero nadie quiere que regresen en realidad. Por eso nadie toma en serio las máquinas del tiempo. Nadie es tan idiota. Hay de hecho ingenuos que juran no recordar, como si no tomaran día tras jodido día las píldoras de los sueños por realizar, que se pasan con el agua sucia de sus recuerdos gratos e ingratos.

-...por último quiero agradecer a todos ustedes por estar aquí. Porque todo el trabajo que lleva cada una de estas obras no tendría valor de no ser por su finísimo gusto.- agradeció el artista e hizo una pequeña pausa para el vitoreo.

-Obras. No me quedo claro si son "de arte" o de plano “maestras".- dicho esto en voz baja ella sonrió y levantó su copa a manera de brindis.

Daniel se encogió de hombros vaciando su copa de un trago.

-Muchas gracias… de verdad. Ahora si me lo permiten y si no tienen ninguna pregunta declaro inaugurada esta exposición.


-Yo si disculpa ¿Te vas a callar algún día?- Ella creía murmurar, aunque en realidad no le importaba no hacerlo. El artista estaba por ahí haciendo el ridículo con alguna cosa de protocolo cuando Daniel y Hellen llegaron de vuelta a la barra.

-Entonces ¿Vas a regresar al lugar de donde saliste?
-¿A dónde?
-¿Cómo voy yo a saberlo? No te he visto en tanto tiempo. Y el útero de tu madre no es una opción.
-Pero el de la tuya si.
-Nunca dejarás de ser un imbécil.
-Uno muy apuesto.
-Uno muy imbécil.
-Que raro. Siempre creí que era apuesto.
-Pues apuesto a que no.
-Nunca dejarás de no ser graciosa.
-Ya verás.
-¿Y tu novio?
-Muerto.
-¿Muerto? ¿Qué tan muerto?
-Muerto como tu sentido del humor.
-Vaya. Entiendo la metáfora. Solo tienes novio cuando estás muy ebria.
-O cuando necesito uno para llevar a la cama a alguna adolescente borracha.
-Lesbiana.

Ella acabó con su trago de un solo movimiento y apenas había soltado la copa vacía cuando ya le estaba explicando al hombre de la barra que había que llenarla más, sólo un poco más, ella diría cuándo había que parar.

-¿No crees que vas demasiado aprisa?
-No me gusta perder mi tiempo.
-Siendo así ¿Por qué no te amarras un colchón a la espalda?
-Mi colchón tiene pulgas.
-¿Por tu gato? ¿Cómo está tu gato?
-Muerto ¿Vas a preguntar qué tan muerto?
-Ya no. Ahora sólo diré que sí.
-Muerto como mi sentido del amor.
-Poético. ¿Lo puedo poner en una servilleta, ponerle un marco y venderlo?
-Puedes escribirlo en un cuadrito de papel higiénico y limpiarte el trasero con él.
-¿En una hojita parroquial?
-¿Te limpias el trasero con una hojita parroquial? ¡Por Dios Santo¡
-Tu no crees en Dios y nunca te ha gustado la lucha libre.
-Y pensar que yo te hacía muerto.
-¿Hablas en serio?
-Hablaba con tu sentido del humor.

"cause you can never really tell when somebody wants something you want too"

-Te digo que este vino no sabe a nada.
-No me lo habías dicho.
-Te digo que este vino no sabe a nada. ¿Feliz?
-Feliz. Yo no quiero ser feliz. Ni tú tampoco.
-Tú no sabes nada. Aún así quiero escuchar eso.
-Compra mi audiolibro, entonces.
-¿Tienes un audiolibro?
-¿Tienes problemas de sordera?
-No lo sabía.
-No me extraña. Porque no tengo un audiolibro.
-Ya sabía.
-No era difícil.
-No. Me refiero, ya sé que tú no quieres ser feliz.
-A ¿si? ¿Cómo lo sabes Tyler?
-Te fuiste. Yo lo intenté.
-De que hablas exactamente.
-Quise hacerte feliz. Podrías ser feliz conmigo. Tú preferiste no.


" don't think of what we can't be,
i know what you need and you know that you like it
the name you were born with your soul on your sleeve
let me believe in something"




Ella quitó su mano suavemente de la parte de atrás de la cabeza de él. Sus labios se despegaron dejando un hilo de alcohol. Las babas de mil doscientos ángeles se condensaron en los ojos de él. El humo de ochocientos cuchillos de cocina se deslizó de entre los dedos de ella. La galería hacía rato se había vaciado. Ninguno de ellos recordaba haber caminado hasta la calle. Ninguno recordaba haber robado la botella de la que bebían. Primero ella, sujetándola del cuello. Después él, pensando en los labios antecesores. El humo. La llovizna. Sus ojos unos dentro de otros. La casualidad encausada. Dios. La hojita parroquial. La música que viene ahora del interior de cada uno. Aquel beso sinrazón.

-¿Sabes?
-¿Qué cosa exactamente?
-Ya no te amo.
-Lo se.
-¿Y tu?
-Yo si. Pero debe ser carga de consciencia.
-Se que quiero amanecer un día viejo y a tu lado. Pero no querer envejecer contigo. Eso no es amor.
-Nunca debí dejarte ir.
-Nunca debí mentir.
-Quizá si hubiera preguntado
-Ya es tarde.
-No te estoy pidiendo disculpas
-Hablaba de la hora.
-¿Qué hora es? Lo lamento. ¿Vienes?
-Supongo que no. Ya no más.
-Echaré insecticida.
-Podría amanecer muerto.
-O podrías no.
-Largo, estás ebria.
-Tu también.
-Mala suerte y mala idea son cosas distintas.
-Sea como sea, nos volveremos a ver.
-Eso sería mala suerte.
-La próxima vez te mato.
-Espero estar dormido la próxima vez.

Ya estaban demasiado lejos para escuchar. Demasiado ciegos para mirar. Demasiado ebrios para caminar. Demasiado amor para ser verdad.

"you breathe in slowly
and let you hold me
i loved you so many times
when you were next to me
you weren't here in the place
i wanted you to see."


-¿Sabes? Ya no más.

9.27.2011

Bermúdez

El sol se levantaba débil y perezoso, con espiritu gentil, en el horizonte. Como una prostituta. Sobre la mezcla de lodo, zacáte y hierba nuestros pies se revolvían envueltos en cuero negro, veloces, torpes, tan torpes que en ocasiones se encontraban. Aquello era más que futbol. Nosotros eramos mas que jovenes.
Jugamos hasta que el sol se montara sobre nuestras cabezas. Se comio nuestras sombras y se las pasó con nuestro sudor.
Los torpes niños que dabamos tumbos sobre aquel campo eramos todos debil e iracundos, ingenuos. De cuando en cuando dos o mas de esos cuerpos se precipitaban los unos contra los otros, como se suponía, yo suponía, debía suceder. De otra manera ¿que sentido tenían los equipos?
Allá en el fondo se levantaba un muro bajo la portería. Un niño gigante. Un molino. Nadie quería dar tumbos con él. Sin embargo no todos los perros tienen su día. Ayala me había dicho por la mañana cuando ibamos en el camión rumbo al campo "He descubierto que solo tengo pesadillas cuando duermo con mi esposa. Son las noche que duermo sobrio." Ahora su esposa lo sacaba en brazos despues de haber sufrido un impacto contra aquel arquero rabioso y energico. Lo vi salir en sus brazos con esa sonrisa idiota que siempre se cargaba cuando aquella salamandra andaba alrededor. Al pobre no le gustaba pelear y no se decir si es porque no era bueno peleando, o no era bueno peleando porque no le gustaba pelear.
El sacrificio de Ayala había dejado como herencia un tiro libre que Ro se ofreció a ejecutar. Todos querían ejecutar. Siempre. Todos. No yo, a mi lo que me gustaba era correr, además que desde siempre he evitado las responsabilidades. Aquella porción de aire encerrada en el esférico salio disparada violenta y sin dirección. Como quinceañera.
Había visto a Ro patear muchas cosas con sus patas huesudas, blandengues. Lo había visto patear otros niños por ejemplo, lo veía patear sus propios niños, veía a su esposa verlo patear sus propios niños, su esposa me había visto a mi verlo. Nunca lo había visto anotar un gol. Ese día tampoco lo vería. El balón se voló la barda enrejada de aquella prisión. Me pregunté si Ro podía dormir cuando dormía con su esposa. Sobrio. Diario.
El arquero, aquel espelusnante universo de carne y pelos había en un moviemiento librado la barda y el balón regresaba a nosotros de una patada para reanudar el juego. Yo lo observé de puntas del otro lado. Para cuando regresó no pude ver mas. Su espalda estaba echa un desastre. Un desastre capaz de hacer que me echara a llorar. Su carne estaba toda echa un puré de colores. Él no se había dado cuenta. Su bravura y su estupidés se lo habían evitado. Su lomo era parecido a una gelatina de leche de esas que llevan frutas dentro. En trozos. Había sido acerradó en tres grandes partes por cuchillas sin filo, de dientes gordos, sin dirección. Pimientos rojos, amarillos y verdes se doblaban entre el luquido blanco que se le escurría por la rasguñada gelatina. Miré a mi alrededor. Nadie estaba viendo lo que yo. Saliba caliente me llenó el hocico. Ayala besaba apasionadamente a su esposa. "¿Algun vez has vomitado de hambre?" me había preguntado alguna vez. Esa mañana desperté bañado en mi propio vomito

9.08.2011

Maquina de Fax II

¡Deme la pluma mas cara que tenga! .-

9.04.2011

Maquina de Fax

Esta noche he visto a un hombre caminar. Parecía perdido y sonriente, como quien persigue una pesadilla. Llevaba la mirada puesta en el suelo como buscando sus pasos, como buscando la luz en el asfalto mojado e irregular, con pavor a los charcos, con odio a las banquetas. Con los pies helados. Vestía un traje negro y una camisa blanca y arrugada. Sus tennis parecían apretarle. No tenía un mal aspecto en general, no se veía sucio, había estado lloviendo todo el día y quien sabe cuanto tiempo llevaría caminando por lo que era razonable que llevara el cabelo humedo sobre la cara, pero en general no daba la impresión de ser un tipo fuerte o peligroso. A mi me parecía el tipo mas ordinario en el mundo, sin embargo la gente camino de misa apresuraba el paso de sus niño al verlo cruzar la calle.

En la mano izquierda llevaba un jugo de verduras, en la otra se extendía un hilo de humo hasta desvanecerse entre las gotas pequeñas, perseverantes y estúpidas, como adolescentes, como lo hace cualquier ilusión o cualquier salario de repartidor de periodicos. No daba tumbos ni iba haciendo escandalo alguno, solo era torpe intentando evitar el agua estancada en el suelo, y fallaba cada vez. Al sorprenderse ya mojado parecía no importarle. Parecía divertile un poco incluso. Era aquello una especie de danza. La danza del idiota. Algunos autos se detenían, y en mas de una ocasión le levantaban las luces o tocaban el claxón, a él parecía importarle un maldito pepino. Los pepinos parecían no importarle nada.

Cuando estuvo debajo del farol pude verlo bien por fin, era un niño. Un niño torpe y perdido. Aquellos tennis le quedaban grandes como el mundo mismo, como sus ilusiones y sus buenas intenciones a las que algún día renunciaría, como a cualquier empleo o a cualquier amorío de secundaría pública. Su cabello y su traje lo hacían parecer despreocupado; su danza tomó cadencia. Su paso era firme y decidido, daba la impresión de que nada lo haría flaquear. Grandes trajos salían de su lata de jugo. Largas caladas en la boca del cigarro. Largos eran sus pasos mojados sobre el asfalto idiota. Lo mismo daba que le vieran o no, era él quien parecía estar buscando algo entre los charcos, como si tuviera que recoger los pedazos de algún estupido jugete roto. Un juguete no muy caro para un niño que no sabía bailar o darse a entender siquiera.

Ya de espaldas por fin el niño volvio a ser un hombre, con su cabello mal cortado, mal peinado y mal oliente. Su cigarro que era cenizas ahora, cenizas todas por ningun lado, como la pesadilla que perseguía, como su mala cara o el esbozo de temor o confidencia que quería aparentar. Ridiculo y decadente siguio caminando, la gente camino de misa le miraba con extrañesa, una extrañesa empapada de burla, como un elote embarrado con crema diluida en leche que se vende en bolsa. Era Satanas. Era un ángel. Era Paul McCatney o Robert Ford. Era yo el que seguía caminando cmino al cajero automatico donde saque un billete que de un lado tenía escrito "You think your rich now" y por el otro "Miracles of Times" con diferente tipografía, con tinta indeleble. No pude usar el maldito dinero y regrese a casa con una mano en la bolsa pensando que si alguien mas volvia a intentar joderme le mataría con aquella lata de jugo como si fuera un maquina de fax.

6.16.2011

Las revueltas de Vancouver

y la luz de una explosion que brilla allá en el fondo.

6.14.2011

Fucked up People

Nosotros somos solamente la gente jodida,
ustedes son los enfermos que les divirte vernos.

2.07.2011

What's that all about?


Here come your pride and joy
The comic little drunk
You call your boy

2.01.2011

俳句

Finge por última vez, que en realidad le importa. Saca la anilla de seguridad de una granada blanca de fosforo, deja que salte por el tejado y se agite con alegría. Puede sentirla despertar en su mano, el silbido animal de la espoleta en el interior. La arroja por el conducto de aire: una tuberia circular que baja directamente, un disco negro en el centro de un campo de gris sombrío, como las cenizas de una bandera nipona.

Luego, en un impulso, se arroja detrás.





Semper fidelis
Luz blanca en la noche
Caigo hacia el sol

1.07.2011

Pablo Neruda

Me gustas cuando callas,
porque no estas chingando.