11.26.2012

Robar como un artista




Eran los primeros días de octubre, o debían serlo. Era algún momento en el futuro. Una cafetería de moda donde los jovenes se sientan en silencio a pretender alguna cosa. La musica era algo triste, o debía serlo. Tras la barra un joven de rasgos muy finos me miraba como si me hubiera estado esperando, al parecer yo había estado ahí antes. Tras él en forma de un afiché, la receta para el pavo de Marilyn Monroe escrita con su puño y letra, en una hoja con el encabezado "City Title Insurance Company". El joven me extendió una taza de café a 120° F. Debía haber estado ahí antes.

En un estante junto a la barra se apilaban libretas. En ese momento me dí cuenta que yo estaba ahí por una libreta. Dí un sorbo a mi café y observé libretas. Eran todas iguales, como las que yo buscaba, pasta negra, hojas lisas. No toqué una sola, las repasaba con la mirada una y otra vez. Cuando volví a tomar del café el joven de la barra me extendía una muy particular. Era una libreta horrenda, demasiado pequeña, con un espiral de plástico muy barato, la pasta de cartón del frente era blanca y tenía dibujados dos gatos, parecía un dibujo muy viejo. La abrí mientras me rellenaban mi taza de café. Al mirar las "Q" mayúsculas fui capaz de identificar la caligrafía, y la mano que las había concebido, o así debía serlo. Leí el mensaje y me sonreí. Quise pagar por la libreta pero me dijeron que ya no era necesario.

Caminé entonces con la libreta en la mano hasta llegar a otro aparador que estaba lleno de postales con paisajes y mensajes en ellos, como una especie de juego. Me aburrí un tiempo viendolos todos. Había historías de gente llorando en el fondo de los mensajes, y todos me hacían sentir que eran mi culpa. Era gente que conocía. Gente que quería. Que yo había hecho llorar. En algunas montañas se escondían gritos, en los ríos los golpes, en las hojas azotes de puertas, en la lejanía rasguños y conversaciones entre nubes. Era la imagen de la decepción y la alegría, la linea delgada que los divide. En ninguna odio. Entre postal y postal se sentía el brinco y la desesperación de cuando te despiertas de un mal sueño, y has estado soñando por mas de doce horas. El pavor de que todo sea verdad. Sentí ganas de vomitar.

Volví a leer el mensaje y me repetí en mi cabeza palabras que no conocía para recordarme que todo era un invento. Guarde la libreta en mi bolsillo sin cerrarla. Fuí hasta la barra, tome una libreta nueva. Era una libreta horrenda. Con la pluma de la barra escribí: "Querido tercer presidente de los estados unidos de América" Pagué. Pedí una última taza de café que dejé intacta en la barra. Dí media vuelta y salí por la puerta principal dejando atras el afiche de Marilyn Monroe, lo miré por ultima vez. "Guisantes. Frescos."