7.11.2012

Yonderly




Sofía se arrastra por la cama de Antonio hasta encontrar su lugar. Recuerda que no ha visto tiempos mejores, y que jamás se ha puesto tan triste como entonces. Nada mas de mirarlo da tristeza el pobre. Recuerda, por ejemplo, cuando le salvo de las fauces de los lobos entre la nieve con solo sus manos desnudas. O cuando tuvo que lamerle la herida en el vientre por días solo para sacarle las tripas y extraer el veneno. ¿Cual veneno? ¿De que estas hablando? dice Sofía, eres un imbécil Antonio, todo el mundo lo cree. Todo el mundo lo sabe, empezando por ti. Sofía no ha aprendido a hablar pero el día que lo haga Antonio se las va a ver muy negras, casi tan negras como Sofía. Se corta el cabello ella, porque así ha visto a Antonio hacer esta tarde, con unas tijeras sin filo, sin gracia, torpe, desnudo, maloliente. ¿A donde vas con todo esto? Esta es tu cama- le dice Sofía -hay muchas como esta, pero esta es tuya, porque la robaste, como a mi, como todo lo que tienes que es casi nada.- Sofía bosteza. Es tarde ya Antonio, y no deberias fatar al trabajo de nuevo. A Antonio le gusta que Sofía le llame Antonio. Sofía no ha aprendido a hablar. No hace sino resignarse, apachurrando sus memorias de muerte hasta que estallen. El aire se cuela por la ventana. La lluvia comienza a caer idiota, como el viento. Es un milagro que podamos alimentarnos. Dará una vuelta más la misma pieza musical, Sofía esta harta incluso cuando Antonio usa sus audifonos. Sofía sonrie cuando Antonio les llama cabezófonos. En el reloj de Sofía es tarde y blanco y negro. Antonio no lleva reloj e insiste en que Sofía duerma con la promesa de que Antonio va a cambiar -para mejor Sofía- le dice -para mejor.- Ya te has burlado de cosas más increibles, que mas da, ya te has burlado de todo.

No deberías llamar a las cosas por tus nombres. Juras. No se que son las personas si no cosas. Juro yo.

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