7.25.2012

Acersecomic


 
Se metió, rojo, en su coche, rojo, con sus ojos, rojos, sus pensamientos, doliendole las piernas rotas. La lluvia se hacia lugar entre los dibujos oscuros del cielo, y él, como un perro, lo sabía. Metio uno por uno los libros que tenía en el suelo con el pretexto de venderlos. Sus libros rojos. Un par de pinturas y cosas que yo le había regalado. Dentro del coche donde vivía, las cobijas y almohadas sucias se disponian a recibirlo tiesas, inhundadas de sabe cuanta cosa que solo ellas conocen y se empeñan en olvidar. Yo no se nada, yo no recuerdo nada, soy una cobija, juro por Dios que esta en la gran cobija celeste, que soy solo una cobija. Dios cobija, en la gran cobija celeste le respondio Sabes que eres una sucia. Mirate nada más, maldita sea. El viejo seguía metiendo cosas inútiles en el coche cuando me vio caminando por el medio de la calle. -Ese gallo. Arqueó las cejas bajo su cachucha roja.  -Buenas noches. Respondí. -¿Vienes de la farmacia?-No. Venía de la farmacia. -Mmmh. Movió la cabeza de arriba a abajo, torpe. -¿Quieres un cigarro? -No. Quería un cigarro bien cabrón. -Mmmh.

Seguí caminando como si alguien me hubiera robado los zapatos en la esquina, unos zapatos que no me gustaban. Ví las luces de los frenos de un coche encenderse en la esquina, a través de ella las gotas débiles se empezaban a empujar unas con otras. -¿Que quieres entonces? insistió el viejo ya a punto de meterse al coche donde vivía. -Quiero saber donde cagas. Dije sin detenerme. ¡Mirame! comenzaba a gritarme mietnras me alejaba -¿Quien te corta el cabello? insistí, ni si quier él sabe el respeto que siento por su estupida persona. -Se perfectamente a donde vas. Gritó -¡Yo también! -Dame un trago de tu vino. Si tan solo por ahí hubiera empezado, tantos años y no saber pedir un vino sin cortesía ¿Que ha hecho de su vida ese hombre? Bien hubieramos podido llegar a un acuerdo él y yo, sí, un cigarro por un trago, vale. Pero el no tiene cigarros, lo conozco, le he visto antes ese truco. Nadie nos va a encontrar aqui, no a él, no a mi.

Entré en mi departamento donde el suelo es la mitad rojo en pequeños cuadros mezclados con blanco perfectamente acomodadas. Puse a tocar Valentín Azul a través de las bocinas. Me serví un trago del vino barato, rojo. Me aclaré la garganta, rota. Miré por la ventana sin cortinas, la lluvia caer estúpida, casi afortunada. Alla abajo, fuera de la tienda de pinturas, mirandome, el vago encendía un cigarrillo bajo un techo, entre dos botes de basura. Sonreía bajo el letrero rojo. En sus labios mordidos, rojo, el tabaco ardía, rojo, hacía juego con sus nuevo par de zapatos, rojos, y las manchas de sus manos rotas.

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