2.27.2015





Ella no imagina cuanto se le extraña
aqui en este cuarto con sus telarañas
paredes mal hechas focos que no encienden
hoy en esta tarde gente que no entiende
como es que su padre le dejo aqui sola
le dio por castigo aqui en esta alcoba
echó llave a la puerta y se marcho a embriagar
si saber que ya no volvería esta tarde, 
ni ninguna otra, ni en ningun momento,
todavía se escucha de noche el lamento, 
de la niña rubia, 
de los ojos claros, 
cuando una mañana hacía muchos años, 
su madre no estaba ya por ningun lado, 
solo en esa carta que le había dejado,
que se despedía pidiendo perdón,
callaba georgina frente a aquel cajón,
donde le tenía, 
donde le miraba, 
en la fotografía, 
la que le quedaba, 
se marchó su padre y ella arrodillada, 
todavía esa tarde, todavía esperaba, 
como paladeaba cada dulce nota, 
cuando se sentaba en la sillita rota, 
dulce melodía a la soledad, 
que solo sus versos puedo tararear.




Nadie la escucho, ni nadie dio consuelo,
cuando se pasó de la sillita al suelo, 
al caer la noche tomaba un rincón, 
hizo un santuario de esta habitación,
se cubre los ojos, se frota las manos,
diminutas tiemblan con sus siete años, 
como se resiste su cuerpo a morir, 
el invierno insiste, el corazón en latir, 
se cubre de sueños, cubre su cabeza,
unas veces canta, 
otras veces reza, 
¿donde habrá quedado la niña traviesa?

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