9.04.2011

Maquina de Fax

Esta noche he visto a un hombre caminar. Parecía perdido y sonriente, como quien persigue una pesadilla. Llevaba la mirada puesta en el suelo como buscando sus pasos, como buscando la luz en el asfalto mojado e irregular, con pavor a los charcos, con odio a las banquetas. Con los pies helados. Vestía un traje negro y una camisa blanca y arrugada. Sus tennis parecían apretarle. No tenía un mal aspecto en general, no se veía sucio, había estado lloviendo todo el día y quien sabe cuanto tiempo llevaría caminando por lo que era razonable que llevara el cabelo humedo sobre la cara, pero en general no daba la impresión de ser un tipo fuerte o peligroso. A mi me parecía el tipo mas ordinario en el mundo, sin embargo la gente camino de misa apresuraba el paso de sus niño al verlo cruzar la calle.

En la mano izquierda llevaba un jugo de verduras, en la otra se extendía un hilo de humo hasta desvanecerse entre las gotas pequeñas, perseverantes y estúpidas, como adolescentes, como lo hace cualquier ilusión o cualquier salario de repartidor de periodicos. No daba tumbos ni iba haciendo escandalo alguno, solo era torpe intentando evitar el agua estancada en el suelo, y fallaba cada vez. Al sorprenderse ya mojado parecía no importarle. Parecía divertile un poco incluso. Era aquello una especie de danza. La danza del idiota. Algunos autos se detenían, y en mas de una ocasión le levantaban las luces o tocaban el claxón, a él parecía importarle un maldito pepino. Los pepinos parecían no importarle nada.

Cuando estuvo debajo del farol pude verlo bien por fin, era un niño. Un niño torpe y perdido. Aquellos tennis le quedaban grandes como el mundo mismo, como sus ilusiones y sus buenas intenciones a las que algún día renunciaría, como a cualquier empleo o a cualquier amorío de secundaría pública. Su cabello y su traje lo hacían parecer despreocupado; su danza tomó cadencia. Su paso era firme y decidido, daba la impresión de que nada lo haría flaquear. Grandes trajos salían de su lata de jugo. Largas caladas en la boca del cigarro. Largos eran sus pasos mojados sobre el asfalto idiota. Lo mismo daba que le vieran o no, era él quien parecía estar buscando algo entre los charcos, como si tuviera que recoger los pedazos de algún estupido jugete roto. Un juguete no muy caro para un niño que no sabía bailar o darse a entender siquiera.

Ya de espaldas por fin el niño volvio a ser un hombre, con su cabello mal cortado, mal peinado y mal oliente. Su cigarro que era cenizas ahora, cenizas todas por ningun lado, como la pesadilla que perseguía, como su mala cara o el esbozo de temor o confidencia que quería aparentar. Ridiculo y decadente siguio caminando, la gente camino de misa le miraba con extrañesa, una extrañesa empapada de burla, como un elote embarrado con crema diluida en leche que se vende en bolsa. Era Satanas. Era un ángel. Era Paul McCatney o Robert Ford. Era yo el que seguía caminando cmino al cajero automatico donde saque un billete que de un lado tenía escrito "You think your rich now" y por el otro "Miracles of Times" con diferente tipografía, con tinta indeleble. No pude usar el maldito dinero y regrese a casa con una mano en la bolsa pensando que si alguien mas volvia a intentar joderme le mataría con aquella lata de jugo como si fuera un maquina de fax.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alguien debio darle un ride en su espalda para que no se mojara los zapatos en los charcos. Luego terminaría igual empapado y sucio (pero ahora con justa razón).